Se trata de recuperar el “mapa” de redes vinculares guardado en nuestras células, que se configura a partir de las vivencias relacionadas al núcleo familiar.
¿Nací por o para? ¿Qué lugar ocupo en mi familia? ¿Soy el salvador, el proveedor, la oveja negra, el hijo pródigo, el preferido de mamá, el preferido de papá, el consentido?
El retrato familiar que guarda la Memoria Celular, devela mucha información permitiendo ver y reprogramar roles que nos adjudicaron en el pasado y siguen ejecutándose en el presente, entorpeciendo nuestro vínculo.
Por ej., si nací para cuidar a mis padres, nací para “complacer necesidades de otros”. Por tanto, los vínculos suelen estar teñidos por este rol adjudicado, “estar pendientes” de las necesidades de los demás, pero jamás de las propias. Consecuentemente, no sé qué quiero, no puedo conectar conmigo.
Si tuve que “salvar” alguna situación familiar, padres que enferman, adictos, que generan deudas, etc., puede que en edad adulta me relacione con personas que necesitan ser “salvadas”. De esta manera las relaciones tienden a ser suplementarias, no complementarias. El otro siempre depende de mí…
Este protocolo permite trabajar nuestro posicionamiento en relación a los vínculos pasados y presentes, sin importar si los familiares viven o no.
Ayuda a sanar a la persona que lo realiza y en muchas ocasiones a los familiares también. Ya que cuando un integrante de una red vincular se mueve, obliga a los demás a tener que hacerlo también.
Cambia el lugar que ocupas en tu familias nuclear y actual. El lugar que ocupas en el trabajo. Cambia el rol con tus amigos, el lugar que ocupas frente a los otros y en el mundo.